Desde tiempos antiguos, las culturas originarias han reconocido la existencia de una gran presencia superior a la que han llamado con muchos nombres: “Gran misterio”, “Viracocha”, Padre eterno”, “Hunab ku” etc. Esta es la primera fuerza con la que se conecta un Yaccha, curandero o guía. Esta fuerza representa a nuestro ser espiritual, que intuitivamente nombramos como “Yo”.

Otra gran fuerza es “Alpamama”, llamada así en lengua quichua y en la lengua de los mestizos, “Madre Tierra”. Esta fuerza contiene nuestra materia, nuestro cuerpo físico, nuestro enraizamiento en la tierra, la expresión divina de la Creación.

Dependiendo de cada cultura, se reza primero a una u otra, pero siempre estas dos son las principales. Posterior a esto se invoca la fuerza de los espíritus de la selva o elementales, la multiplicidad activa de la manifestación de la naturaleza.

La madre naturaleza es la que contiene el código de la Creación y la que guarda los secretos de la vida, es también conocida como Pacha-mama (Tiempo-universo). Es la espiral misma de la vida y también se la puede denominar energía. Es la vida en movimiento.

Esta trinidad (espíritu-cuerpo-energía) es el eje sobre el que se sostiene la vida y cuando alguna de estas fuerzas se estanca, viene la enfermedad.

El rezo también se enfoca en otras fuerzas y energías, enfatizando en la de los ancestros, y especialmente en la propia fuerza del mismo buscador de sanación.

Rezar es tanto invocar a todas estas fuerzas dentro de nosotros mismos, como agradecer su presencia y su influencia en el fluir de la vida. Los rezos, específicamente en su forma tradicional, tienen el poder de ampliar nuestra percepción y abrir nuestro entendimiento, ya que a través de los sonidos que se hace en lenguas nativas se generan altas vibraciones que potencian nuestra visión y hacen que se activen nuestras memorias, las memorias que están extendidas por todo nuestro cuerpo y que guardan códigos de origen de vida, en donde podemos acceder a todas las respuestas que necesitamos.

A este rezo le acompañan los humos sagrados, sahumerios. Estos aromas tienen el poder de limpiar, tanto física como energéticamente a las personas que se abran a ellos, y de potenciar la activación o el despertar de sus memorias. Entre los elementos de sahumar enumeramos al copal, el palo santo, salvia blanca, tacamajaca, incienso, mirra, romero, ruda y en especial el tabaco entre otros.

Estos elementos han acompañado al ser humano desde antaño y cumplen la misión de ayudarnos en el despertar de la conciencia, en nuestro camino a la cristalización. Cuando estos humos penetran profundo en nuestro ser, remueven y desempolvan hasta las más viejas telarañas de nuestra psiquis y de nuestro ser inconsciente, proceso que puede resultarnos terriblemente incómodo. Una memoria que se suele activar muy pronto es la de querer vomitar, pues a veces es no querer digerir, y otras simplemente limpiar.

Lo importante es aceptar estos sagrados humos y rezar con el corazón abierto, respirando profundo y bendiciéndolo todo.

Otro elemento importante es el soplar. Se sopla con un compuesto de hierbas amazónicas, combinado con aguardiente. Esta mezcla se dirige a lugares estratégicos como la cabeza, el pecho, la columna, las manos o pies y va acompañando a los sahumerios y al rezo.

La acción de soplar comunica el aliento de la vida. Es regresar al presente, es el golpe de energía que renueva la estructura orgánica. Cuando se sopla también se expulsa el mal, o lo que sea que nos esté distrayendo del presente o perturbando la vida en plenitud

Rezar, sahumar y soplar, esa es la puerta de conexión con el gran misterio que somos. Adentrarnos al origen de nuestra vida para poder encontrar dentro nuestro el más preciado tesoro, la esencia de nuestro ser, nuestra gran verdad.

Es también reconocer que existe un otro y que necesitamos de él para crecer y para encontrar nuestro maestro interior, es escuchar y dejarse ayudar, permitirse recibir. Recibir su soplo, recibir su rezo, recibir su sahumerio y a la vez entregarse a uno mismo en ese recibir.

Este texto está basado en lo que me contaron mis abuelos, abuelas y en especial mi bisabuela “Lolita curandera”.

Autora: Mercedes Andino

Foto: Sergio Velásquez Zeballos

Imágenes: Internet