Rezar, sahumar y soplar

Desde tiempos antiguos, las culturas originarias han reconocido la existencia de una gran presencia superior a la que han llamado con muchos nombres: “Gran misterio”, “Viracocha”, Padre eterno”, “Hunab ku” etc. Esta es la primera fuerza con la que se conecta un Yaccha, curandero o guía. Esta fuerza representa a nuestro ser espiritual, que intuitivamente nombramos como “Yo”.

Otra gran fuerza es “Alpamama”, llamada así en lengua quichua y en la lengua de los mestizos, “Madre Tierra”. Esta fuerza contiene nuestra materia, nuestro cuerpo físico, nuestro enraizamiento en la tierra, la expresión divina de la Creación.

Dependiendo de cada cultura, se reza primero a una u otra, pero siempre estas dos son las principales. Posterior a esto se invoca la fuerza de los espíritus de la selva o elementales, la multiplicidad activa de la manifestación de la naturaleza.

La madre naturaleza es la que contiene el código de la Creación y la que guarda los secretos de la vida, es también conocida como Pacha-mama (Tiempo-universo). Es la espiral misma de la vida y también se la puede denominar energía. Es la vida en movimiento.

Esta trinidad (espíritu-cuerpo-energía) es el eje sobre el que se sostiene la vida y cuando alguna de estas fuerzas se estanca, viene la enfermedad.

El rezo también se enfoca en otras fuerzas y energías, enfatizando en la de los ancestros, y especialmente en la propia fuerza del mismo buscador de sanación.

Rezar es tanto invocar a todas estas fuerzas dentro de nosotros mismos, como agradecer su presencia y su influencia en el fluir de la vida. Los rezos, específicamente en su forma tradicional, tienen el poder de ampliar nuestra percepción y abrir nuestro entendimiento, ya que a través de los sonidos que se hace en lenguas nativas se generan altas vibraciones que potencian nuestra visión y hacen que se activen nuestras memorias, las memorias que están extendidas por todo nuestro cuerpo y que guardan códigos de origen de vida, en donde podemos acceder a todas las respuestas que necesitamos.

A este rezo le acompañan los humos sagrados, sahumerios. Estos aromas tienen el poder de limpiar, tanto física como energéticamente a las personas que se abran a ellos, y de potenciar la activación o el despertar de sus memorias. Entre los elementos de sahumar enumeramos al copal, el palo santo, salvia blanca, tacamajaca, incienso, mirra, romero, ruda y en especial el tabaco entre otros.

Estos elementos han acompañado al ser humano desde antaño y cumplen la misión de ayudarnos en el despertar de la conciencia, en nuestro camino a la cristalización. Cuando estos humos penetran profundo en nuestro ser, remueven y desempolvan hasta las más viejas telarañas de nuestra psiquis y de nuestro ser inconsciente, proceso que puede resultarnos terriblemente incómodo. Una memoria que se suele activar muy pronto es la de querer vomitar, pues a veces es no querer digerir, y otras simplemente limpiar.

Lo importante es aceptar estos sagrados humos y rezar con el corazón abierto, respirando profundo y bendiciéndolo todo.

Otro elemento importante es el soplar. Se sopla con un compuesto de hierbas amazónicas, combinado con aguardiente. Esta mezcla se dirige a lugares estratégicos como la cabeza, el pecho, la columna, las manos o pies y va acompañando a los sahumerios y al rezo.

La acción de soplar comunica el aliento de la vida. Es regresar al presente, es el golpe de energía que renueva la estructura orgánica. Cuando se sopla también se expulsa el mal, o lo que sea que nos esté distrayendo del presente o perturbando la vida en plenitud

Rezar, sahumar y soplar, esa es la puerta de conexión con el gran misterio que somos. Adentrarnos al origen de nuestra vida para poder encontrar dentro nuestro el más preciado tesoro, la esencia de nuestro ser, nuestra gran verdad.

Es también reconocer que existe un otro y que necesitamos de él para crecer y para encontrar nuestro maestro interior, es escuchar y dejarse ayudar, permitirse recibir. Recibir su soplo, recibir su rezo, recibir su sahumerio y a la vez entregarse a uno mismo en ese recibir.

Este texto está basado en lo que me contaron mis abuelos, abuelas y en especial mi bisabuela “Lolita curandera”.

Autora: Mercedes Andino

Foto: Sergio Velásquez Zeballos

Imágenes: Internet

Música Ceremonial

Hay tres parámetros que determinan tácitamente todo lo que ocurre o debe ocurrir en una ceremonia pública de Ayahuasca. Sobre estos tres pilares están construidas las formas en que la música, especialmente, se da en estos rituales en los que cualquiera puede participar.

1.- Apremia el sentido común. Nada hay por encima de él. El juicio sin juicios y la mirada sincera y clara, muestran las cosas en su sitio y promueven el respeto, hermandad y calidad humana

2.- Los efectos de la medicina Ayahuasca en nuestro organismo en una ceremonia que comience antes o alrededor de media noche, nos lleva a buscar refugiarnos en la introspección meditativa profunda. Luego de un proceso común de depuración interna, la energía del ambiente va lentamente elevándose, de modo que al amanecer ya es normalmente permitido por la relajación de nuestras mentes, que el día venga en toda su gloria.

La duración o intensidad de esta pendiente pueden en ocasiones variar dependiendo del tipo de medicina, la hora de la ceremonia o la salud de los asistentes.


3.- La ceremonia está encabezada por uno o más individuos, sean indígenas o no, sean chamanes o no, pero que reconocen y aceptan la responsabilidad de sus actos y decisiones frente a los participantes en la delicada tarea de compartir medicina Ayahuasca.

Quién y cuándo puede instrumentar una melodía, es determinado por los directores de la ceremonia que ellos están levantando.

Habitualmente, exceptuando la regla razonable de hacer silencio durante las primeras horas, los dirigentes del ritual permiten a cualquier participante que comparta libremente de sus dones musicales.

Sin embargo, reglas implícitas que tienen relación con los dos primeros puntos, establecen algunos deberes importantes a ser respetados para que la ceremonia se realice con bien. Algunos son:

– La ceremonia esta inequívocamente dirigida a la sanación. Cualquier sonido que no apunte decididamente a la sanación, está fuera de lugar. Esto encauza más de lo que parece. De hecho, no hay tiempo durante una ceremonia para practicar, tontear o fallar. Cada decibel de música que se emita, ha de ser profundamente sentido y sintonizado desde la sanación.

– Es buena práctica pedir tanto el permiso como el turno. No se empezar si el que está en curso aún no ha terminado y cedido su puesto. Y es importante también no extenderse mucho, tal vez alguien más quiera participar o más bien los oyentes ya habrán por ahora tenido suficiente del mismo tono. Más importante, no puede haber nunca más de un sonido independiente, por más grande que sea el espacio o aunque alguno de estos sonidos sea difícil de escuchar.

El músico debe observar el ambiente y la hora en que está tocando. El éxito de su ejecución depende de la sensibilidad con que mida los humores por los que está transitando el proceso de ayahuasca de los participantes. No se canta para expresarse el cantante, sino para que los oyentes reciban la canción desde su estado de vulnerabilidad psíquica. La terapia de sanación exige que el volumen y la velocidad de las piezas respeten la naturaleza introspectiva de la medicina, en lo específico de esa noche, esa hora, ese lugar y esos participantes.

– El ritmo que distingue a una música medicina es el determinado por la naturaleza universal, que llega a nosotros a través del golpe del corazón.

Cualquier variación o salto puede ser interesante para algunos oídos, y a veces incluirse casualmente en alguna pieza de medicina, pero a la larga estas particularidades cuentan sus propias historias.  Así también, el ritmo universal alcanza una vibración que reacomoda algunos chakras y endereza la puerta al entendimiento.

– El mensaje también es importante. Optimismo, fuerza, amor, paz, alabanza. Historias, reflexiones, enseñanzas o aun solo invocaciones, pueden transmitir la belleza de la vida y contagiar de sonrisas y de plenitud a los oyentes.

– El profesionalismo de un músico de medicina depende de qué tan pulido y con cuánta rectitud se expresa.

El músico medicina “entra” en un aposento sagrado para empezar una pieza, con el máximo respeto, elegancia y firmeza. Sin dudas ni vacilaciones, se monta en el viaje de la vibración que está emitiendo y solo lo interrumpe cuando haya terminado.

Ni aún en muchos casos que podríamos considerar excepciones, el deber inflexible del actor es cumplir dignamente con el propósito de su ritual.

Todas las fuerzas, las energías, los pensamientos y los ánimos, se entregan al instante. Y cuando el canto termina, le sigue el silencio.

Acompañados de la medicina, los músicos experimentados gustan de tomar seguidamente varias dosis para ganar fortaleza en sus cantos.

Una chuma bien dirigida les cultiva el arte de escucharse en altos niveles de concentración, y trae el poder de expresar la gloria divina que es respirar conscientes.  No existe ya un cantante, sino tan solo la canción.

Autores:

Texto: Sergio Velasquez Zeballos

Blog: Mercedes Andino

Imágenes tomadas de internet

Fuego Ceremonial

Se cuenta que el ser humano se levantó de entre las demás especies animales desde el momento en que aprendió a establecer una comunicación suficientemente profunda con el elemento de la naturaleza más incomprendido y más temido: El fuego.

Convirtiéndose entonces en un compañero esencial para cada comida y en cada noche, el fuego nos ha enseñado que todo en la vida es fugaz, que la verdad de nuestra existencia se manifiesta desde el espíritu y que, por lo tanto, todo es sagrado. Aunque ya en la cotidianidad hemos banalizado nuestra experienciación del mundo, hay ocasiones como las ceremonias o rituales que nos recuerdan lo precioso de cada momento.

El fuego sagrado o ceremonial es honrado de principio a fin teniendo presente esta noción, agradeciendo y respetando su importante misión de ser un sostén de la vida. Es levantado bajo un rezo obsequiándosele ofrendas como inciensos, aromas y canciones sin utilizar combustibles tóxicos o artificiales.

Algunas tradiciones gustan de levantarle en forma de flecha apuntando a la dirección del Este. Cuando se hace de esta forma, representa al sol y tiene además la importante tarea de abrigarnos. La otra forma de hacerlo es apuntando a la dirección del Oeste, que es el sitio a donde se va la noche y en su oscuridad se lleva todo lo que ya no necesitamos.

Al fuego ritual también se le llama abuelo, por ser ese acompañante y maestro muy antiguo del ser humano. Se le entrega las ofrendas haciendo reverencias como lo haríamos con un gran maestro. No se le ultraja ni maltrata de ninguna forma, no se le lanza restos de cosas y cuando se colocan los leños se lo hace desde el sentir y en conexión con el fuego de nuestro propio corazón.

Junto a la fogata se desarrollan la mayoría de las ceremonias de ayahuasca, especialmente celebrándose durante la noche. Los participantes viven su proceso de descubrimiento interior bajo los efectos de la medicina en el mismo ambiente del fuego sagrado, siendo guiados por su luz, abrigados por su calor, y consolados por el fervor de este espíritu de la naturaleza.

Siempre como un gesto de devoción, pero también con la intención de que la ceremonia esté bien aspectada por la armonía y la protección del fuego, se escoge para él la madera de la mejor calidad. La leña es su alimento y si esta no está seca y en buenas condiciones, dará como resultado un humo que intoxica en vez de limpiar y no contribuye con el proceso de sanación.  El abuelo es alimentado de la mejor manera y cada cierto tiempo se le hace ofrendas para que purifique con sus humos el ambiente y ayude a despejar y dar claridad a los procesos espirituales que transcurren a su alrededor.

De entre los asistentes pueden asignarse uno o más voluntarios que asumen la labor de guardianes. Hay tradiciones que permiten solo uno y le dan el acceso exclusivo a cualquier manejo que corresponda hacer, pero dentro de corrientes más relacionadas con la medicina ayahuasca hay más apertura al respecto, y si alguien siente la conexión y el respeto de acercarse al abuelo, puede hacerlo.

El guardián o los guardianes del fuego suelen ser personas que están trabajando internamente con este elemento, y que quieren hacer una relación con el abuelo, aprender a escucharle y conectarse con el fuego de su propio corazón.

Altar y fuego son los dos pilares en el ambiente de la ceremonia. Sobre este ambiente se mueven los otros dos pilares esenciales: La medicina y los participantes.

El transcurrir de la noche se mantiene así iluminado hasta el amanecer, hora en que la fogata se apaga por sí misma, ya no siendo necesaria pues ahora el calor del sol desciende desde el cielo. Transmutando, purificando y trascendiendo, hasta que se transmite la luz a los ojos de aquellos que la portarán durante el resto de su vida, recordando ahora lo sagrado que es todo.

Autores: Sergio y Merce

Altar

Altar de Ayahuasca

A través de los milenios en que el hombre ha practicado como tradición las ceremonias de ayahuasca, habiéndose estudiado los posibles factores involucrados en esta terapia grupal, se han establecido bases prácticas y estratégicas para su mejor desenvolvimiento. La mesa de labor alrededor de la cual organizamos el desarrollo energético del ritual, se llama altar.

El altar es la piedra angular sostenedora del templo que formamos todos los asistentes. En el altar se coloca la luz de la ceremonia, la medicina ayahuasca, así también el resto de medicinas, tótem, cristales, perfumes, agua, y otros elementos que se consideran sagrados y que sirven para elevar los rezos y para conectar con la energía de los que estamos participando.

El elemento principal es el fuego sagrado, mantenido generalmente por un velón blanco, color que representa a todos los colores. A través de su luz, que representa también la luz de Dios, se crea un portal entre el cielo y la tierra, entre lo humano y lo divino.

La llama del velón es entendida como un guardián celestial que nos observa, nos asiste, y se comunica indicando cómo se está moviendo la energía de la ceremonia, para que según esto se vayan dirigiendo los rezos, cantos, armonizaciones y curaciones.

Para que este vínculo sea efectivo y su egregor espiritual se mantenga en armonía, el sitio es custodiado por un centinela que puede ser el mismo guía o uno de sus estudiantes. Honrándole como el centro desde donde se estabiliza la forma energética de la ceremonia, no se le descuida, sino que se le vigila con atención, observando, sintiendo, rezando, con la percepción bien despierta. La magia ocurre cuando el centinela alcanza un estado de presencia tal, que es capaz de conectarse con los procesos de cada participante y escuchar los latidos de sus corazones.

En el altar también se colocan ofrendas o cosas que quieran ser energizados, pues el altar contiene los rezos colectivos. Suelen traerse fotos de familiares, amuletos u objetos de poder, que se magnetizan con la elevación de consciencia de los asistentes.

El acceso y manejo del altar suele estar asignado exclusivamente al guía y sus ayudantes, pues ellos están entrenados para custodiar y regir las fuerzas que a través de él se mueven. Cuando, en humildad, respetamos los roles representados durante la ceremonia, permitimos que sean ellos quienes se encarguen de cualquier objeto que queramos ofrendar, nos acercamos al altar venerando la luz que nos refleja, sin tocar nada, conectando con el latido del corazón y abriéndonos a lo que la sagrada madre Ayahuasca quiera ofrecer y revelar.

El altar representa la fuerza y la voluntad colectiva para poder mirarnos en las profundidades del ser. Refleja nuestra capacidad de afrontar la oscuridad del alma, y encontrar la luz divina que guardamos. También contiene el equivalente de todos los elementos que los seres humanos poseemos para hacer este viaje, y todas las herramientas que están a nuestro favor, incluyendo los rezos de los demás. Es la lámpara con que alumbramos nuestro camino, en el viaje más tenaz de todos -el viaje al centro de nuestro ser, el descubrimiento de quiénes somos.

Le llamamos altar, porque desde lo alto llegan nuestras visiones de curación. Le llamamos sagrado, porque le damos la capacidad de integrarnos. Regresamos al mundo espiritual y nos atrevemos a mirarnos más adentro, más profundo, más clarito. Es sagrado porque dignifica nuestro ser y reconoce nuestra esencia, nuestra unidad con Dios, con la Diosa, con los Ancestros, con la naturaleza, con los sentidos, con la vida en vibración y con los cuatro elementos. Nos enseña el camino, a honrar la vida y nos alumbra hasta el final.

Autores: Sergio y Mercedes

Para qué tomo «la soga del muerto»

Ayahuasca se toma para poder mirarse a uno mismo desde una perspectiva amorosa, desde donde se puede ser el observador y lo observado al mismo tiempo. 

 Se recorre a través de distintos parajes que han marcado nuestra existencia, ya sean experiencias positivas o negativas, que nos han hecho ser lo que somos.

 Cuando tomamos ayahuasca se potencia la visión, es decir, todo lo que antes pasaba desapercibido ante nuestros ojos, toma forma, tamaño, color, y es muy notorio ante nuestra percepción fomentando así que podamos resolver conflictos.

Trae al gran maestro que nos habita, para que nos acompañe y ayude a reencontrarnos con la verdad.

Ayahuasca es un poderoso espejo que refleja la verdad de nuestro ser, al ponernos ante él descubrimos una sola cosa: “somos amor”. La impresión puede ser tan fuerte que surgen culpas por no haberlo notado antes, por no haber sido felices, por no haber visto la maravilla que somos, el regalo que somos, el amor que somos.

Pero esa culpa pierde importancia cuando se llega a las profundidades del propio ser y se encuentra una paz imperturbable en la que todas las cosas pierden importancia, y el observador reconoce que todo es impermanente, manteniendo una ecuanimidad perfecta ante lo que sea que esté sucediendo.

 Desde este estado amplificado de conciencia se puede resolver todo, incluso la muerte, porque desde esta visión se sabe que la vida es un ciclo infinito.

Autora: Mercedes Andino

Imágenes: Internet

Foto: Esperanza Colmenares

Medicina ancestral

Medicina ancestral, le nombras a veces. Otras veces, drogas. Plantas maestras, dices. Y también circulan los elementales sintetizados. A estos componentes que te sacuden de tu pereza espiritual, les llamas medicina.

La estimulación de los sensores de tu ser activa respuestas de tu parte, activa la conciencia que se da cuenta de los estímulos. Al proceso de perder la carga que pesa la insensibilidad, lo percibes como sanación. Y lo que sana, se gana el nombre de medicina.

Entonces acontece que incluso el más leve estímulo sensorial es medicina. El trigo que revitaliza, el aire que trae  vida y el agua  que la hace fluir. La eterna presencia del Gran Espíritu es medicina. Sufrir, caerse y morir, son medicina. La ausencia total de estímulos es medicina también. Estímulos malos, de los que no quieres que ocurran, también son medicina. ¿Qué nos da pie para decir que tal planta es sagrada y la otra es mala hierba?

El aroma de una flor es medicina, el hedor de tu mortalidad también lo es. La bendita lluvia es medicina, la solitaria sequía también lo es. La alegría plena es medicina, la rabia gutural del tigre arrinconado también lo es.

La crisis social que experimentas con sudor, pesar, impotencia y lágrimas, esta también es medicina. De sabor amarga, ¿no?

Una buena medicina no sana. Una buena medicina provoca una tormenta de estímulos en ese justo espacio en donde falta sanación. El estímulo repentino puede desorientarte temporalmente, puede emborracharte. El estímulo te puede doler.

Una buena medicina, sin que le importe tu debilidad, toca el punto más lacerante, el nudo más grueso, la enfermedad más sufridora. Una buena medicina no te levanta de la cama sino que te empuja maliciosa pero precisamente para que no tengas más remedio que manejarte con pisada firme.

¿Confías acaso en la ensoñación que pinta la niña Santa María? Marihuana, digo. Junto a ella te rodea una cortina de humo que disimula de tu visión la mera realidad. Esta cortina no tiene como objetivo que quedes preso en la confusión que te provoca, sino más bien que hagas todo y lo imposible por encontrar la claridad. Con mirada fija, atraviesas ese velo psicodélico de hambres nerviosas, ansiedad y vicio. Aquí, del otro lado de este velo de maya, se manifiestan las medicinas que llamas clarividencia, paz serena  y fijeza de mirada, y se expresa una satisfacción que late dulce en el corazón. Si te quedas ensimismado en los variados colores, te pierdes de la unicidad que enseña la sobriedad.

La ayahuasca tampoco es para cobardes. Ella lleva selva y en la selva hay que despertar con agudeza para conseguir sobrevivir. Si te atreves a entrar en la selva te caerán encima las serpientes y podrán engancharte en sus anillos. “Que sea lo que fluya”, de repente dirás negligente. Una falsa espiritualidad te podrá distraer durante pesadas cantidades de ceremonias vividas. El consumo de esta planta te muestra sin piedad lo eterno de la Creación, y aun así sigues insistiendo en que las cosas son como el capricho del ego dicta. Aún crees que eres solo una persona que está queriendo sanar. Aún te resistes al mundo. Aún mientes sobre ti. ¿Cuántas ceremonias necesitas para aceptar que eres lo eterno que no conoce enfermedad?

Abre los ojos, ser que recibe medicina. No dejes de juzgar por sobre las cosas, pues prohibirse juzgar es ya un juicio. No dejes de señalar al prójimo, pues la pose de humildad te señala a ti. No te dejes llevar por la corriente, pues la selva te tragará. No importa si la corriente es nueva. Actúa desde tu razón y certeza, pues la confianza es un escudo que te dará hálito para que subas montañas sin desfallecer y visites abismos sin desmayarte. La razón pura y sentido común dicen que desconfíes de todo, y sobre todo, de ti mismo. Duda de tu razón para que ella requiera refinarse.No dejarse llevar por nada, mucho menos por la medicina, es el resultado progresivo a la sanación en la que la medicina te lleva. “Supera tu enfermedad por tu propia cuenta y esfuerzo, y solo entonces te sanaré”, te dice una buena medicina. “No creas en nada”, te dice una buena religión. “Vine a traer espada”, te dice un buen maestro. “Todo esto es mentira”, te dice ese sabio que conoce la verdad.

Valiente, valiente. Te invito a tomar medicina  No mimará el dulzor de seguir tomando teta, sino que te apretará y torcerá hasta que crezcas. Si estás dispuesto a morir para reconocer que nunca mueres, bienvenido. Levanta tu medicina con respeto, pues el respeto mismo te guiará. Levántate decidido a morir.

Texto: Sergio Velasquez Zeballos

Imágenes: Internet

Foto: Mercedes Andino

Madre Ayahuasca

Fuera de lo descrito por las palabras, el universo es inmensamente grande y vivo. Lo incomprensible y misterioso de la naturaleza sólo podemos experimentarlo. El conocimiento de lo inconmensurable sólo lo podemos ir aprendiendo en propia piel.

Ayahuasca es un preparado de plantas que tienen una virtud. Ellas, como hijas de la naturaleza, han aprendido verdades prácticas que aún no hemos comprendido y que pueden transmitirnos cuando las ingerimos.

La sabiduría que nos comunica el Ayahuasca es digerida según como tengamos organizada la estructura de nuestra percepción del mundo. La ventana al infinito que se abra es aprovechada según la voluntad que tengamos para percibirla con claridad.

El Ayahuasca ha sido utilizada como medicina desde hace milenios para contactar con ese conocimiento interno que poseemos como hijos del universo y que hemos bloqueado al adormilarnos en una rutina de ocio y preocupación. Un poco de té, tradicionalmente servido en rituales de sentido sagrado, puede recodarnos que la vida es hermosa y podemos vivirla despiertos y con alegría.

La Ayahuasca explora los confines del organismo mente-cuerpo buscando desórdenes. Mejor dicho, recorre el organismo completo, sin excepciones, hasta que algún nudo le dificulta el paso. Una preocupación, una enfermedad, un descuido, una actitud. Cualquier embrollo de energía obstaculiza el flujo natural de la corriente de vida en nosotros que las plantas ayudan a incrementar. La presión resultante puede activar procesos físicos y psicológicos que finalizan en sanación cuando soltamos los cúmulos de negatividades y relajamos el organismo permitiendo el libre ciclo de la energía.

La sabiduría sintonizada estimula los sentidos. El incremento de la sensibilidad es parte del cese de tensiones mentales que se rinden a la influencia de una frecuencia de vibra distinta. La consciencia de percepción se agudiza tanto internamente como de forma externa. Una lluvia de sensaciones visuales, auditivas, táctiles y mentales pueden apabullarnos mientras aprendemos a manejar la información recibida. La sobrecarga de colores, olores y dolores pueden ametrallarnos sin control hasta que sepamos ponerles orden y armonizar nuestra forma de percibir para procesar con dominio cada cosa percibida.

Cuando la corriente de energía en el organismo cobra fuerza, ésta lubrica la capacidad de profundizar con nuestra clarividencia el mundo interno que guardamos como subconsciente.

La llamada pinta, mal considerada a veces como alucinaciones, es una forma de desplegar en una pantalla visual, auditiva o reflexiva nuestras realidades mentales y espirituales. Nuestros pensamientos cotidianos, nuestras tensiones nerviosas, nuestros traumas olvidados, nuestras esperanzas futuras. Miedos, rabias, preocupaciones, alegrías, paz. Todo se hace visible tan confusamente como nos descuidemos, tan claramente como nos gobernemos.

El mareo que la poción pueda provocar es una reacción a las alturas a las que podemos llegar. La falta de armonía en nuestros movimientos obvia la falta de control que tenemos de nosotros mismos. Al hacerse notorios los síntomas de nuestra vida irreflexiva, está en nuestras manos ir haciéndonos cargo de ella.

Este mareo, junto a  los malestares y trompicones que expresa, son un reto que podemos aprovechar para ganar disciplina sobre nosotros mismos. La pendiente a conquistar es demorada por la pereza de dejarnos aplastar por las sensaciones sin mantener un propósito firme.

Se da el caso que a través de esta claridad de visión que se destapa en nosotros, vamos descubriendo y sacando a flote panoramas y detalles que durante tanto tiempo hemos hecho esfuerzos titánicos en esconder.

La sorpresa o desagrado ante estas verdades personales pueden arañar nuestra entereza de juicio sino nos mantenemos ecuánimes a todo, sin condiciones. Para esto nos es útil perder la importancia de nuestro yo, el apego a nuestro mundo y la ambición de nuestros ideales. Manejar con impecabilidad nuestras acciones, tanto durante el ritual como en nuestra cotidianidad y tratar con respeto el misterio que somos, son coadyuvantes para conservar y desarrollar la cordura y la sobriedad.

Abrimos una puerta a lo desconocido. Lo incognoscible del universo es alcanzable por nuestra mirada. Avanzamos hacia ello con confianza, prudencia y paciencia. Nuestra madre Tierra, que nos regala la vida y todo lo que somos, nos da la oportunidad de entender nuestra naturaleza, de crecer sobre ella hasta que florezca la inmensidad de nuestro potencial como seres humanos.

Tomado del libro “Por qué ríe la brisa”,

Autor: Sergio Velásquez Zeballos del libro «Porque ríe la brisa»

Imágenes: Internet

Fotos: Mercedes Andino

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